A casi cinco décadas de La Noche de los Lápices, su legado nos recuerda que las juventudes han sido y siguen siendo motor de transformación democrática. En un presente atravesado por desencanto, exclusión y una democracia fatigada, resulta urgente recuperar esa potencia política abriendo espacios de memoria, diálogo y participación real que reconozcan a las juventudes como protagonistas de su tiempo y constructoras de futuros más justos.
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