El legado tras “La Noche de los Lápices”: el rol transformador de las juventudes en una democracia en disputa

A casi cinco décadas de La Noche de los Lápices, su legado nos recuerda que las juventudes han sido y siguen siendo motor de transformación democrática. En un presente atravesado por desencanto, exclusión y una democracia fatigada, resulta urgente recuperar esa potencia política abriendo espacios de memoria, diálogo y participación real que reconozcan a las juventudes como protagonistas de su tiempo y constructoras de futuros más justos.

A 49 años de un doloroso septiembre de 1976,  donde la Noche de los Lápices se ha grabado con trazos permanentes, hoy podemos preguntarnos: ¿las juventudes seguimos teniendo la misma fuerza de proponer y transformar? ¿Qué lugar ocupan hoy las juventudes en la defensa y transformación de la democracia?

Hoy es una oportunidad para pensar la Noche de los Lápices como una lucha construida por y para las juventudes en pos de un futuro mejor. Asimismo, nos abre paso para analizar nuestro presente: ¿Las juventudes somos capaces de percibirnos como gestoras y propolsuras de cambio en tiempo de democracia? ¿La lucha persiste? ¿Cuáles son las demandas?

Los años que corren están atravesados por la Pandemia de Covid-19, considerándola como un parteaguas que, indiscutiblemente, repercute en las concepciones, percepciones y vivencias de las juventudes. Por otro lado, los efectos de la globalización que promete generar cercanía, se ve constantemente desafiada por el creciente individualismo. Es decir, que en suma, se trata de una sociedad con incesantes cambios que han puesto en disputa la democracia. Esta puede considerarse en un estado de fatiga, puesto que si bien subsisten las formas institucionales, ante la concentración del poder ejecutivo hay un distanciamiento de la representación ciudadana y la disminución de su participación. En este sentido, tanto la participación como la representación parecen reposar, por un lado, en el ámbito cibernético y, por el otro, en una dinámica adultocentrista que tiende a desplazar el potencial juvenil. Tal lejanía moviliza la desconexión y apatía cultivando el fortalecimiento de discursos destructivos para la memoria y la democracia que, indudablemente, obstaculizan la proyección a un futuro mejor. Es así que estas expectativas de transformación están apaciguadas por el contexto de insatisfacción democrática por parte de las juventudes, no sólo por la nula posibilidad de que el Estado cubra sus demandas, sino que este no los tiene en cuenta al momento de perfilar y desarrollar las soluciones a las problemáticas que los interpela.

En efecto, estos elementos se presentan como amortiguadores de la reflexión y acción juvenil ya que devienen en una sociedad desencantada “con grandes dosis de exclusión como de desigualdad y maltrato, con una cultura política a la que le cuesta construir consensos y deliberar con respeto por la palabra y la dignidad del otro” (Siede, 2010)

Esto nos impulsa a reconocer que actualmente nos encontramos en una encrucijada en la que las juventudes, generalmente, no se entienden como sujetos de transformación, pero cuya participación es necesaria para afrontar los desafíos de una democracia cuestionada. Es por esto que La Noche de los Lápices resulta valiosa para encontrar la capacidad transformadora de la juventud en nuestra sociedad. Capacidad que no ha desaparecido pero que afronta otros retos y también presenta otras luchas propias de nuestro contexto. Esto nos invita a pensar ¿qué rol pueden asumir las juventudes en tiempo de democracia en disputa?

Desde ANDHES apuntamos al pasaje de juventudes relegadas a juventudes transformadoras. En tiempos de desmemoria que coloca al olvido como estandarte, en el que “el poder tiene pánico de recordar” (Valko, 2010) y se intensifica discursos y prácticas institucionales que marcan una “regresión autoritaria”, consideramos que la memoria resulta una valiosa herramienta para generar conciencia sobre nuestro pasado del que el presente no es ajeno y desde donde podemos encaminarnos a preguntarnos sobre la calidad democrática en la que vivimos y la que nos gustaría forjar. 

A su vez, resulta vital apostar por construir colectivamente la Pedagogía de la Escucha que habilite la creación de canales multiformes, amplios y directos que reconozcan tanto los deseos y motivaciones de las juventudes como las instancias de participación real, construyendo un diálogo que los ayude a considerarse como grupo social activo, capaz y visible. Consideramos que esta es una vía fundamental para la construcción de una ciudadanía inclusiva, crítica, activa, caracterizada por razonamiento activo y participación creativa, capaz de ver en la historia la inspiración a nuevas posibilidades de construir un futuro más democrático, sin perder de vista que las decisiones políticas pueden recortar o ampliar la ciudadanía, atendiendo o desatendiendo la multiplicidad de voces de nuestra sociedad. 

Por último, nos preocupa que en nombre de la libertad y de la eficiencia se asfixie la creatividad y la participación juvenil, por lo tanto, apuntamos a fomentar una reflexión colectiva que aliente a los jóvenes a ser protagonistas de su presente ejerciendo la acción conjunta de repensar el pasado y trabajar por el futuro que desean. La pregunta sigue abierta: ¿qué rol asumirán hoy las juventudes para transformar la democracia y mantener viva la lucha por un futuro más justo?

La fecha de La Noche de los Lápices no sólo nos permite condenar al terrorismo de Estado sino que, a través de aquellos jóvenes que lucharon y participaron para construir un futuro mejor, nos invita a continuar su legado. Las juventudes pueden y deben tomar riendas sobre el asunto. No levantemos el estandarte del olvido sino apostemos por la memoria como herramienta de resistencia que nos permita pensarnos como agentes de cambio. Entendemos que hay que humanizar la Historia sufriendo por la injusticia y enalteciendo las conquistas. Animémonos a ser partícipes activos de una lucha que persiste contando con la posibilidad de transitar un sendero que ya fue iluminado por otros.

Colaboradoras: Victoria Villagrán y Camila Alonso Avellaneda


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Voluntaria del equipo de Memoria, Verdad y Justicia; Estudiante de historia UNT.

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