Para seguir pensando #6

Una sección pensada para compartir materiales que nos ayuden a mirar el mundo con lentes críticos, sensibles y comprometidos con los derechos humanos. Documentales, informes, libros, podcasts o películas que dialogan con lo que vivimos en nuestros territorios. En esta edición, Virginia Noceti, asistente de la línea de comunicación de ANDHES, nos invita a una lectura reflexiva del libro “Yo que nunca supe de los hombres” de Jacqueline Harpman.

En el “Mito de la caverna", quizás la alegoría filosófica más conocida, un grupo de hombres se encuentra aislado y cautivo en una cueva. Ahí, solo ven luces y sombras que se proyectan en una de las paredes de piedra. Por las características de su prisión, asumen como única verdad las sombras que perciben. Sin embargo, uno de ellos es liberado. En su camino de salida de la cueva y en el exterior descubre que la realidad es más compleja y profunda. 

En el libro “Yo que nunca supe de los hombres” nuestra protagonista atraviesa una experiencia similar. En un futuro no muy lejano, cuarenta mujeres están cautivas en una jaula, en un sótano, custodiadas por silenciosos hombres uniformados. La más jóven del grupo es la única que no recuerda cómo era el mundo antes de la catástrofe que desencadenó su cautiverio. El tiempo pasa, hasta que un día los guardias desaparecen de un momento a otro, y las mujeres logran subir al exterior. A partir de allí el grupo comienza una travesía errática donde la protagonista descubre un mundo desconocido y baldío, mientras explora emociones como la nostalgia, la amistad, el deseo, el duelo. 

Jacqueline Harpman, la autora, además de escritora, fue una psicoanalista belga. Su profesión deja algunas huellas en la trama de esta novela, que invita a reflexionar sobre un futuro distópico desde un relato de profunda introspección. La historia se propone revisar un mundo extraño y destruido por catástrofes climáticas a través de los ojos de una protagonista que ve todo por primera vez. Debajo de sus primeros descubrimientos y razonamientos subyacen algunas de las inquietudes que nos hacen humanos: la soledad, el conocimiento, el sentido de la vida, la vida en comunidad, la vinculación con el cuerpo, el sexo y el género, la noción de finitud. 

Una distopía íntima que sugiere que, quizás, para salir de la caverna y comprender el mundo, necesitamos mirarlo con la inocencia de quien lo ve por primera vez.

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