Hablar de lo sucedido inclusive con personas ya experimentadas resulta delicado. Al consultar a una representante indígena, que también es sindicalista, por una posible entrevista para contar sobre cómo está su situación luego de estos dos años, la respuesta fue contundente y casi negativa. Aún vivencia -así como la gran mayoría- situaciones de tensión, amenazas y hostigamiento en su cotidianidad. Llegando a darle temor su sola exposición por posibles consecuencias hacia ella o su familia: "Yo sé que es necesario seguir denunciando estos atropellos. Pero ahora debo cuidarme más que antes, ahora siento más peligro con todas estas reformas...debo pensar en mis hijas, porque hasta en la escuela les dicen cosas. Si sólo por defender lo justo nos inventan causas, da mucha bronca pero ahora no me queda de otra más que cuidarme." (Yésica, 42 años, madre puneña).